Friday, December 24, 2004

Acaso estamos sordos ante Dios

Con el ruido interior imposible la vida espiritual
LA SORDERA NOS DISTANCIA DE DIOS

Hace algún tiempo, el Cardenal Joseph Ratzinger señaló que la sordera a Dios es el principal problema de nuestra época. Las palabras del purpurado que resuenan fuerte en nuestra mente nos invitan a una sensata interrogante. ¿Prescindimos de Dios actualmente en nuestro quehacer diario?

Algunos dirán que únicamente los ateos le dan la espalda a Dios, Otros dirán lo mismo de los agnósticos, que alegan dudar de la existencia de Dios. Pero, ¿qué ocurre con cada uno de nosotros?

En sus declaraciones, Ratzinger no excluye lo antes mencionado, sin embargo no invita también a pensar en dos palabras bastante similares pero con distinto significado:
oír y escuchar.

Oímos en todo momento; en el colegio, en la universidad, en la casa, en el trabajo. Podemos oír en cuanto lugar nos encontremos. Se puede decir que casi lo hacemos por obligación. Reconozcamos que el ruido excesivo del mundo nos aplasta. Cada vez son menos los espacios para una conversación más profunda o para el silencio interior, tan importante para la oración.

Escuchar, como mencioné, suena parecido pero no lo es. Ahí se requiere de un espacio, tiempo y lugar adecuado para hacerlo.
Existe cada vez más un mundo sordo ante Dios, ¿acaso el mundo no quiere escucharlo? Hace algún tiempo me preguntaba un amigo: ¿cómo puedo hacer contacto con Dios si es difícil?

La respuesta fue simple: seguramente no rezas o si lo haces te desconcentras.

Efectivamente, es cierto que Dios se expresa en la perfección de las maravillas de la naturaleza, en el mar, en los montes, en las plantas. Sin embargo, cuando uno es sordo para escuchar tiene que visitar a un médico. Para curar la sordera es preciso primero querer encontrarse con el único doctor, el Señor.

Cuando nos dice la Iglesia "metanoia", conviértete, nos invita a algo integral que viene desde adentro hacia afuera. Se trata de abrirle el corazón al Señor

Es imprescindible pues dejar espacios verdaderos para la oración. El mundo cada vez nos desconcentra más, nos invade de ruidos, es preciso que tomemos medidas concretas para lograr ese espacio.

Les propongo algo para concluir: Cuando vayan a la santa Misa, donde recordamos a través de la Eucaristía el sacrificio del Señor Jesús, lleguemos 15 minutos antes y pidamos frente al Santísimo: “Señor vengo a visitarte, quiero dejar la sordera del día y entrar en mi interior para poder encontrarte y así poco a poco irme conformando contigo”.

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